La necesidad de regulación (y el major obstáculo)
A pesar de las diecisiete mil demandas que las cuatro grandes discográficas han presentado por descargas no autorizadas de música, parece que la gran mayoría de la gente no le preocupa la «situación legal» de la música que descarga, según un informe de Ipsos Insight, que lleva por título Cultivating Desire: Investing in Market Insights to Reap Digital Content Profits (presentación).
Lo que está claro es que cada vez hay una mayor necesidad es de regular las descargas por internet, igual que se reguló la música grabada, la radio o la televisión por cable (y todas empezaron por la «piratería»). Y me centro fundamentalmente en Estados Unidos, porque las cuatro grandes discográficas vienen de allí, aunque estén intentando hacer lo mismo en todo el planeta, pasando por alto las diferencias de los diferentes sistemas legales.
El ejemplo más claro lo tenemos hace un siglo, cuando el negocio de la música era vender partituras y los compositores acusaban a los fabricantes de pianolas de «piratería» porque compraban una única partitura con la que fabricaban cientos de aparatos musicales. La solución del Congreso estadounidense fue establecer una licencia obligatoria por cada «copia», a la que el compositor no se podía negar, una vez que se había hecho una versión de la canción. El precio de esa licencia lo fijaba también la ley, que eran dos céntimos (y creo que desde entonces no se ha actualizado).
La idea no es original mía, sino de la Electronic Frontier Foundation, y lo denominan voluntary collective licensing, esto es, una licencia colectiva voluntaria. Yo no estaría en contra de que fuese obligatoria para todos los particulares que descargasen música. Y el precio no debería ser muy superior a cinco euros mensuales.
Pero en la solución está también el obstáculo, a saber, que la recaudación de licencia marcada por ley de las canciones va directamente a los compositores, porque precisamente era frente a la «piratería» de los grabadores de discos quienes se aplicaba la medida (aunque su expolio no acabase con eso, ya que se hicieron con todo el negocio). Las cantidades de la descarga de música por internet deberían ir directamente a los compositores e intérpretes (aunque quizá no al cincuenta por ciento) y no a las discográficas. Esto sería también un modo de defender a los autores (compositores o intérpretes) de los abusos de las discográficas, ya que ellos les dan la exclusividad, pero sus ganancias son menores.
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