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18.10.04

Los dos primeros comentarios

Esta mañana he visto que he tenido los dos primeros comentarios en mi bitácora. Los ha hecho Elbier Minks, que es también autor de una bitácora, Las memorias del futuro. Para mí ha sido toda una sorpresa que alguien se digne a comentar en mi humilde bitácora (no por nada, sino porque tampoco da para más). Además, no le he dicho a casi nadie que tengo una bitácora. Muchas gracias, Elbier.

Como de momento, con el sistema de comentarios del Blogger no me aclaro, creo que la mejor forma de contestar a ciertas preguntas de los comentarios es publicando noticias nuevas. (Supongo que la solución pasará por que los comentarios los gestione con otro servicio distinto, pero todo se andará.)

Lo que Elbien plantea en su comentario toca el núcleo de la cuestión. Que cuatro versos con una medolía de seis notas estén bajo derechos exclusivos de publicación, comunicación y retransmisión públicas durante setenta años después de la muerte de su autor es excesivo. Y no sólo porque su creación tuvo unas condiciones legales totalmente distintas de las que ahora impone. El problema está en que la exclusividad de esos derchos imponen un control a la cultura y a la libertad creativa. No se trata de que tengas que pagar, sino que te pueden impedir la creatividad, bien por negativa simple, bien fijando una tarifa desorbitada. De momento no nos denunciarán por tatarear una canción, al menos en espacios privados, porque eso no constituye un acto de representación pública (ahora, como no hagamos nada, todo se andará).

En cuanto a la extensión de los derechos de autor, tanto en la duración como en el ámbito de las protecciones, lo que hemos olvidado es que son un equilibrio para proteger la creatividad y la cultura. Tan nefasto es tomar literalmente «todos los derechos reservados» como «ningún derecho reservado». La mayoría de los editores en todo el mundo parecen haber perdido la medida de lo que es la pretensión legítima. Y si no hacemos nada por impedírselo, ellos se cargarán su propio negocio. Internet, al igual que en su momento la grabación casera de cintas, no mata la música, pero intentar controlar todo (las comunicaciones, el mercado y la tecnología) sí que acabará matando la música (o al menos, la posibilidad de vender música).

En cuanto a las versiones de canciones, en Estados Unidos (y no sé si existe algo similar en la UE), cuando un autor autoriza la primera versión de su canción, está obligado a autorizar las siguientes versiones por una cantidad que la ley fija para todos.

Pero todos estos temas los cuenta de modo magistral Lessig en Free Culture (archivo pdf). Sin ánimo de ser pesado, es uno de los mejores libros que se ha publicado este año.